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no dije “caían naranjas del poema”
dije sí “rodaba el número sobre la mesa floja como gotera”
y si no dije
“caían, etcétera” y sí dije “etcétera, gotera y mesa ”
¿es porque caí?
escribía, en cambio “miraba por la ventanilla del 33 la luz de la tarde
repetirse en miles de hilachas contra el objeto dios de tus piernas cuando…”
y, pienso, si escribía que “miraba” y escribía “33, y tus piernas, y dios contra
el objeto” y si no dije “etcétera del caer” y sí “gotera del número flojo” y si
pienso que pienso.
mal.
mal: primer estado del ser.
mal: me rompí.
mal: son las once.
mal: estoy hace quince años en ese martes de la plaza.
¿existieron las cinco de la tarde de dios?
había poema anaranjado sobre la mesa, había atardecer del objeto
recordatorio, luego fui la mesa, yo, el rodar de la naranja, el libro de poemas,
el traje de la lluvia, las piernas de dios cruzadas para mi mal.
me rompí.
¿y ahora?
pienso. acá se aflojó la metafísica. acá es muchas cosas igual
a menos acá.
ahora me parto al centro como una naranja del libro de poemas que
me toca escribir y, encima, negarme:
no fui yo.
¿había sido el agua elemental de unas piernas cruzadas, dadas vueltas
para mí, quedadas para mí? mujer, chica de la plaza del martes, luz
coincidente con la piedra de mi libro, coincidente dios con la ventana del 33.
flojo de mí: pensando en que había centro en las cosas
que había pensar, que había cosas y así.
mal: debía empezar por esto.
¿hace fiesta la luz de las cinco en el mal, hay luz de las cinco
recién a las once?
“he sido feliz en un lugar equivocado”, escribí.
pero pensé: ¿eso lo puse yo?
no, fui yo
Pantoja (Argentina, Pcia. de Córdoba, 1979)
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