Hambre
Es imposible anclar en sitio alguno todavía. Gente y gente. Con mirada hueca y expresión de estampida. Nadie sabe leer ni escribir.
Se ha perdido el hábito de hablar. Todos corremos. Las mujeres ligeras de ropa con huesos livianos seguimos la huella de las otras a gotas de sangre menstrual.
La falta de regulación es la regla. Los hombres esperan órdenes. Se reúnen por ahí junto a los tambores de fuego y fuman cigarros de afrecho. El olvido se consigue durante el sueño cuando los cuerpos, detenida la carrera, se desploman. Lo he buscado te lo puedo asegurar. Desde que llegué lo estoy buscando pero nadie comprende el gesto de una fotografía.
Aquí no representan nada. No se busca la buena forma. Se detienen en algún rasgo aislado, en la arruga de la camisa de frisa, por ejemplo. La violencia es real. El agua escasea. Si encontramos algún vegetal carnoso, se mastica. Ayer me encontré con un Office Service. Son aquellos que se encargan de cuidarte de no ser violada simulando ser tu pareja. La denominación es un relicto de la vieja tecnología. De contextura grande y contundente, se ofreció a pasar la noche conmigo a cambio de un poco de harina. Yo como lo suficiente para mantenerme en pie. Aquí el hambre es una forma de supervivencia. Te mantiene alerta. Motor poderoso. Como sabés, para mí la masticación no convive bien con el entendimiento. La digestión enceguece. Esto es más árido y silencioso que allá, te lo puedo asegurar.
Castell (Argentina, Pcia. de Buenos Aires, Coronel Dorrego, 1965)
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