Lilith
Por qué, Padre, si me consagraste hembra, Si me alzaste del polvo para que fluyera entre las cosas Y coronase todos tus delirios, Por qué, digo, me ultrajaste así?
¿Por qué me privaste del aullido? ¿Por qué me arrebataste la ferocidad que me encumbraba? ¿Por qué me negaste todas las raíces y me secaste los cauces del instinto?
¿Te agrado, acaso, así, bípeda depilada, Caricatura de la bestia magnífica que podría haber sido?
¿Por qué me privaste del aullido? A mí correspondía Un rugido estrepitoso De hembra desbocada Ávida incluso en el vacío
Pero tengo, en cambio, esta lengua raquítica
¿Te complace, acaso, oír mi voz domesticada, extranjera del vasto aquelarre del sonido?
Gimo a veces Cuando como quien dice amo Y remedo entonces un aullido Pero se vuelca enseguida al engaño de la articulación Entonces profiero interjecciones aprendidas en la escuela O nombro a aquel que como quien dice estoy amando Con sus nombres más superficiales Que confundo con los de otros A quienes como quien dice amo a veces también
¿Con qué nombre has de llamarme en el castigo?
Aullaré si un día escupo a uno de los míos Si después de haberme hurgado con desesperación Y haber engullido menta y aspirinas Y haber buscado inútilmente en el papel higiénico un atisbo de mi sangre Y haberme rebajado a rogarte Por que mi sangre apareciera Si después, digo, aun así uno de los míos me creciera y tuviese que escupirlo Aullaría entonces Hembra plañidera
Y daría al vástago un nombre de artificio Que lo confundiría con otros
Y a ti, ¿cómo he de llamarte? Sabes que guardo en mí tu nombre como un hachazo Que podría gritarlo hasta que me destierres Y espantar a tus heraldos en los márgenes de ese exilio
No te asombre que blasfeme No te indignes falsamente No reniegues de tu erinia No pretendas sobre todo hacer de mí tu espejo tranquilo No invoques como buenas intenciones La brusca ocurrencia de hacer de tu hembra mejor una cordera No busques mi piedad, Padre Tú no eres mi hermano Ni yo tu guardián
Yo no soy más que un tajo Arrancado de la tierra Y amo Y sangro Y gimo Como puedo
¿Por qué me privaste del aullido?
Carabajal (Argentina, Buenos Aires, 1989)
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