Yo pasé por el ojo de una aguja
y fue difícil. Miro para atrás,
veo la pendiente que escalé y
la aguja clavada allí, en lo alto.
No es solo que yo me deformé, sino
que el paisaje se tuvo que astillar.
Todo. Todo es ahora otra cosa
que no reconozco, sin huellas nuestras
de eso que arma el ojo por amor.
Más adelante, quien sabe, quizás
entre pinos rojos y piedras negras
el camino pase por otra aguja.
Molina (Argentina,Pcia. de Córdoba, Arguello, 1961)
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