Somos demasiados en esta casa. La madre
con su tristeza, la perra blanca
fulgiendo, de noche, como una estrella,
de cara a los espíritus. Mi esposo
y sus ángeles tutelares hablándole
todo el día a su cabeza. El niño
que piensa que la realidad es el
cristal de agua en que tropiezan
las aves, de noche, confundidas.
Sillas regadas por toda la casa, restos
de sopa y corazones de pollo, mantas,
sombreros, las flores,
mustias,
en la piscina, las ajorcas de oro,
los autos traslúcidos,
vasos de vino,
cadáveres.
No sé negar tantas criaturas durmiendo aquí y allá.
Las escucho, las escucho:
son tan divinas,
y yo estoy tan
tan sola.
Anníbali (Argentina, Pcia. de Córdoba, Oncativo, 1978)
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