tuve rabia y no pude dormir
tuve tristeza y no pude dormir
ni fumar, ni hablar entre dientes
pero el monte, esa noche, vino a mí
como un lagarto negro
me habló con su lengua de pájaros y neblina
me dijo: levantá tu corazón y andate
me dijo: levantá tu casa y andate
me dijo: levantá tu hijo, tus perros domésticos
tus papeles y andate
no te quiere el pez, ché, el río se pone sucio, vienen
las lluvias y la flor se pudre, la naranja se pone
amarga, el sirirí se esconde como si viera
al zorro que lo come
lo único que queda, el crespín, triste como vos, ché
triste cantando para vos
y yo le dije que había una ceniza espesa trabándome la sangre
ceniza de muertos, le dije, que no podía
caminar, andar, trocar el dolor en marcha
la rabia en marcha
le dije no, andate vos, lagarto negro, hermano
monte mío, le dije, y miré y vi
mi lengua hablando a quién
mis ojos mirando qué
mis pies sobre cuál tierra, cuál lugar
no estaba yo o nada estaba
apareció, entonces, una codorniz pequeñita y suave
un ave de ojos negros y mística, un ángel ave
se acurrucó a mis pies, me dictó los salmos de reconciliación
y mi corazón seco como un palo, empezó a echar flores de durazno
grandes flores de durazno y azahar rompían mis costillas
y yo verdecía, y ah!... me elevaba, pues, frutalmente,
yo tocaba al mismísimo señor de los montes y de los cielos
me tocó con sus manos de mamita el ave de fuego
cantando volví a mi casa, cantando
levanté los árboles talados, aparté las hierbas malas
di pan a mi hijo a quien ya le asomaban dientes, di
agua buena, clara
monte suspiró, una electrizante bandada de pájaros
me saludaba
la hondura de la mañana era todo gloria y regocijo
Anníbali (Argentina, Córdoba, Oncativo, 1978)
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