Oigan, mujeres de las casillas, oigan mujeres de la ruta, de los tinglados y de los galpones, óiganme, mujeres que hacen pastar al ganado y se queman al sol como culebras, óiganme, las amo y las he amado, siempre. Maternando en los colectivos, dando oscura, agria leche, o tibia y dulce, las he visto cubiertas de asfódelos, en mi memoria, aún las afantasmadas, las idas, las difíciles figuras perdidas en la noche del tiempo. He paseado con ustedes, en trenes, las he visto correr bajo la lluvia en altos tacones rojos, martirizadas en la ardiente cocina del patrón, golpeadas, tiradas en las banquinas, moliendo maíz, o sacando el piojo al perro, al niño, al mono, sin muecas de asco o de rencor hirviendo la carne, la sopa, los trapos infectos de los enfermos, o quemando azúcar ante el muerto o la tripa del hijo, o la mierda del ajeno. Las he visto en las alcantarillas. Mi ciudad es una cartografía del horror, el campo es una cartografía del horror, las casas, las piezas, los puertos, los ríos, las fábricas, las iglesias son una cartografía del horror. Nos hemos acostumbrado? Nos da pereza? No nos importa verlas secas, heridas, marcadas, perdiéndose, los ojos vueltos hacia adentro, los puños apretados, la flor de la mansedumbre y la resignación, incubado por siglos el huevo de la vergüenza y la rabia ha parido mujeres muertas. Pero yo en trenes, óiganme, en casillas, óiganme, mujeres de los barrios altos, en los hornos, manejando camiones, arando el campo, barriendo suelos ajenos en hospitales, óiganme mujeres que en la noche, las amo y las he amado. Aún tocadas por la codicia, el espanto, la guerra, óiganme mujeres, soy la hermana que también, si, no sé por qué o cómo, sí, también, se me tuerce la boca, saben? Sí, yo también he sido el cuerpo donde ha caído la mano equivocada, el palo, la humillación, la tensada cuerda del desprecio. También he sido aquella vez en que me ahogaron, ahogándome, quitándome del medio la palabra, el uso del aire, la respiración cortada, el cuerpo una interrogación, una oscuridad, un corte, también he sido lo que todas nosotras, una noche, o un día, algún día, hermanas mías. Las amo y las he amado. Yo he sido todas, he sido yo, óiganme, mujeres del aire, de las casillas, de las rutas, golpeándome las costillas, hemos sido todas una, invencibles, unidas invisiblemente como las majadas por el trueno, corriendo, de aquí para allá, haciendo dulzura, comida, lavando hijos, trastos, hemos sido la fuerza de este mundo, la rotura ardiente de nosotras echando vida. Qué mal nos harán, hermanas? Qué mal nos harán. Somos un solo cuerpo vibrando. Estamos a salvo. Las amo, las he amado.
Anníbali (Argentina, Córdoba, Oncativo, 1978)
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