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Foto del escritorBRUNCH

ELENA ANNIBALI

Cuando di el salto del tigre, ¿no deseaba yo el radioso azul, tocar

la carne de la cerradura, en la cerradura, e inacabable

el candor del cuerpo primitivo, el mono,

el lagarto? ¿No deseaba, yo, escuchar

el desplome de la garza cuando, en lo oscuro,

baja al río, y la sibilancia del pez, y su ir hacia el no?

¿Quería el no o el todo y yo horadando el todo con la palabra?

¿Sabía, presentía, acaso, que mi mano, mi lengua, iban al tope,

y que más allá, no hay, ya, lo dado, si no

un escurrimiento, el puro

ser de las cosas venciendo?

¿Atrapé algo más que el acuoso lirio del pensamiento,

una derrota, el escombro, el trapo, el herrumbre

de lo eterno?

¿Puse, entre mis manos, algo más que un diario mojado,

la imagen de la cosa retorcida en el tiempo, y en el espacio

la cosa, ambigua, ya yéndose, dejando de ser lo que era, en el

momento, también perdido, en que todo no era más eso?

El pliegue del yo, mas no el yo, tal vez

su carnadura, espejado el ser en el sucio vidrio de lo que,

corrompido, mutante, anda,

mirando las cosas ir y perderse, devenir

en lo que siendo, ya no es y no será?

El pliegue del yo, entonces, mirando el remolino

del todo irse, junto a sí, pero expectante, y deseoso de juntar

el palito de la eternidad, pidiendo

una verdad, aunque fugaz, en la casa

del viento?

¿Sed del remolino, sed del ser yo perdiéndose, entero?


¿Qué he ganado en el salto más que la caída?


Anníbali (Argentina, Córdoba, Oncativo, 1978)




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