Salvajes
La casa se llena de arbolitos y enredaderas y ahí, como un príncipe ya maduro, se alza el álamo plateado, con sus cinco metros de altura, tan hermosos flameando en la quietud y en la tormenta como un fuego de plata con sus hojas que van del silver al verde y muestran siempre su doble cara en un tumulto pasmoso, tan bello, tan hermoso que nada se le iguala a esta fronda agitada por el viento. Frente a él me siento como frente a un dios que supera la altura de las viejas palmeras pindó, oh portento de la naturaleza que me ha regalado ya a su hijo mayor, fantasma del álamo plateado que señorea mi casa de Zavalla y le da cuna a los poemas perdidos como este para vos, Julio Peña, chico que encontró los huesos del gliptodonte, metidos en una tela por los pasillos de la comuna a quien pregunté su nombre y le di la mano mientras veía el orgullo de sus ojos ante los diez mil años de historia de la llanura
Bellessi (Argentina, Pcia. de Santa Fe, Savalla, 1946)
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