Te deberé la luna siempre
por donde pase,
por donde sueñe,
y no querré volver
luciérnaga intermitente
bajo tus párpados
para no perderte,
para no perderme
en la hondonada
de la vida,
en el después
despeñadero de la muerte.
Me serrucha cierta
cerrazón de olvido
para poner las manos
baldes en la tierra,
los pies raíces en el cielo,
y volar como si fuera música
mi cuerpecito niño.
Sólo sé ciertas
consonantes del silencio
que me abrigan del frío,
pero no más que eso;
las palabras perdieron peso
desde que te fuiste
ala ceniza en el viento,
y me quedé árbol herido
ante el fuego de un recuerdo
aromado de jardín del cielo
entre ladridos conversados
por mi sombra y tus huesos,
y el abrazo a medias
mordido por el espejo.
Te deberé la luna siempre
por donde pase,
por donde sueñe,
hasta reencontrarme
con la vegetación de tu voz
que fui olvidando,
en el trazo indeleble
de los soles de van Gogh.
Oliva (Argentina, Pcia. de San Luis, Villa Mercedes,1976)
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