hay que atreverse a enterrar el nombre propio
que cada letra sea / un pájaro en el borde de la hoguera
dejar el corazón arriba de una piedra, libre para la sed
igual a una canilla bajo el sol del carnaval, dar la espalda
a los que reivindican la humildad y el amor siempre
y cuando todos lo sepan y su razón brille como el hueso
que va a la basura donde se atragantan los perros
hay que atreverse a enterrar el nombre propio
correr desbocados con la boca rota
los dientes torcidos / llaves para atravesar el aire,
los pies firmes como árboles en retirada hay que dejar
de pedir la revolución con el ego y hacer del horror
el agua para que nuestros jardines crezcan
que caigan los ángeles, volvernos invisibles
como esos cracks que no hablan de fútbol
ni memorizan formaciones para armar paredes
como los que levantan animales muertos de la calle
la dignidad atroz, sus músculos debajo del invierno
hay que atreverse a llegar a una fiesta con los ojos nuevos
entrar al baño y en el espejo escribir quiénes fuimos
antes de lanzarnos una piedra contra esta nada
y bailar
bailar afuera entre desconocidos
como se baila con un hijo que llora en brazos o el mundo
que dispara luces a un cielo imaginario
con la certeza de que la memoria comienza esta noche
con el recuerdo de nuestros inhallables
que en algún lugar sonríen y desaparecen
como los pájaros que soltamos en el origen
junto a un fuego que ahora canta y estira los brazos
hacia dónde
Lamanna Guiñazú (Argentina, Buenos Aires, 1985)
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