la perra del butoh
el brazo hace su aparición para torcerse al instante la extremidad de una vieja amiga me acompaña a diario otorga protección la requiero en angustias
el otro sigue el movimiento de memoria mi otro brazo mi padre (hace poco te convertiste también en tiniebla)
él salta de la camilla del hospital en busca de su perra
ella sigue en el portón de entrada su hocico dos centímetros afuera
el olfato permite advertir enemigos llorisquear
cuando me arrodillo contra el piso y el mal nos rechaza le hago llegar su comida
danza sigilosa de una dimensión impensable del cerebro humano los perros saben qué hay detrás de las paredes a kilómetros pueden oírnos
sara amiga eterna se mueve sobre un escenario trágico y mi padre grita aún por su adorada perra de nombre victoria debo danzar la fecha en que los espectros esperan del otro lado
el cuerpo se cuece en una llamarada bato el cuero del tambor el aire cada vez más denso bailo
juan rulfo gemía fantasmas en sus libros sus voces y torsos encarnaban en mis lecturas un presentimiento
dejé de temerles en la primera caída ellos siempre llaman a los vivos con un silbido
y danzaré arrojando huesos a la perra victoria correrá feliz y satisfecha
me ofreceré con los brazos extendidos
vienen olfatean el aire mi padre conserva aún los pedazos de tela con que le ataban sus muñecas a los barrotes y pide que lo saque de allí sara tiene esa sonrisa de quien ha sobrevivido alimentada de huesos (aquel lugar de odio donde fue encerrada hace tanto) vienen sin ningún peso ya junto a mi danza
Boccardo (Argentina, Buenos Aires, 1961)
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