A las algas les place transformar la piedra
en esmeraldas puras, joyas de verdín.
Allí se mira el mar en el espejo y se gusta.
Está tensa la línea recta del horizonte
patinada en una vaselina infinita;
salta de cuando en cuando el mar agitado
cuando hay viento de sobra.
Iriondo (Argentina, Buenos Aires, 1945)
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