Luciérnagas
Tiene 28 años. Es un niño aún.
Quizás alguien
crea que una canción de Spinetta
llamada
"Plegaria para un niño dormido"
pueda describirlo. O que, probablemente, una canción de cuna también. Pero no.
Él duerme con muñecos
cierra los ojos escuchando películas.
Lo amo. Lo amo infinitamente.
Nos ha destrozado la vida, sin querer. Duerme
con su remera, y Cristina lo afeita
y lo ilumina con sus palabras de mamá. Lo besa
y se ríe en esa extraña felicidad de una mujer
de cincuenta y pico besando a su niño
de 28, que duerme con muñecos, que se acuesta
escuchando películas de Disney, canciones que arrastra desde siglos
en su cabeza y en su corazón
para armarse un mundo
por fuera del mundo
para recoger frases como si fueran flores
y decirnos sin sus palabras, con su silencio extremísimo,
que esa cara, que esas manos
desgastadas por tanta fatiga de días
son una luna al revés
luciérnagas volando alrededor de un jardín de sauces
que no caben en el mundo que habitamos.
Sonríe mi niño, no sabe pronunciar
palabras de sí, no es eficaz
para transmitir su extremo dolor, pero sonríe
porque alguien de cincuenta y pico
lo besa, lo afeita, le acomoda los muñecos en su almohada
antes de dormir.
Battilana (Argentina, Corrientes, Paso de los Libres, 1964)
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