Mi mejor amiga tenía algo con vos, Carlos,
llevaba tus canciones en los bolsillos,
hablando en blanco y negro.
Lloraba cuando desaparecías,
lágrimas de cocodrilo, le decía yo.
A los dieciocho fuimos a las sierras
con un walkman lleno de tu voz,
rezamos por los extraterrestres,
sentadas en piedras blancas.
Dijo que eras eso,
de otro mundo,
y le creí.
A mí siempre me gustaron esas cosas,
los planetas y los seres,
aunque no sonríen, ya sé.
¿Qué tiene de malo no ser tan feliz?
Si nos hubieras visto,
tratando de tocar el piano.
Terminé en la cama con el profesor,
un señor grande
que se enamoró de algo que no entendí.
Pintamos con aerosol los perros de tu plaza,
supimos que vivías ahí,
cerca del ruido.
Esa noche nos dormimos borrachas,
las mujeres juntas soportamos bien el alcohol,
nos volvemos médiums,
¿sabías eso?
Ahora te volviste pasado,
ella colgó un cuadro con tu cara
en la pieza de su bebé.
Es raro, ya no escuchamos nosotras dos
las mismas cosas.
Tampoco importa,
hay telepatía,
un sonar invisible y duro que llega
cuando nos necesitamos.
Cada vez miró más las estrellas,
buscándolas de día en el cielo,
tengo miedo de no sentirlas.
Quiero congelar el tiempo que no está
o que no sé,
la que dice víctima de soledad,
víctima de un sol extraño,
¿cómo podés decir algo así, Carlos?,
¿quién es el amor?
Sayour (Argentina, Buenos Aires, 1980)
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