Narciso ante la Estigia
Entras en un jardín y ves la estatua:
conoces bien las formas de ese cuerpo
arrodillado, con las manos puestas
en el borde más claro del estanque,
con el cuello tendido y la cabeza
que se asoma y enfrenta así tu rostro
a este rectángulo de agua tranquila
donde estás reflejándote. Allí lees,
en la banda que te ciñe el cráneo,
tu nombre de cautivo de los infiernos
que la ninfa dibuja sobre el agua
para que apagues en tus ojos muertos
esa mirada fascinante y tuya
que te carga el cabello de serpientes
y te convierte en piedra ensimismada.
Schiavetta (Argentina, Pcia. de Córdoba, 1948)
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