Río de la plata
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“En Tres Barquitos Pintados,
vienen aún a los tumbos —dice—. La Argentina,
vuelve en la superficie ondulante
de un género impreciso: ¡el plata!”
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el plata no es un eco:
El dinero no es un eco.
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el río desde mí
y esas palabras que de vos también se llevan
la mirada y los ojos ambiciosos
el río.
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Los chicos que a su orilla se besan
parecen decir: “...quiero sostenerme
en tu sueño, padre frágil;
quiero sostenerme en
la desmesura de tu risa detenida... pero
viajera.”
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Nuestro metal fiduciario no es el eco del destino,
ni de la plata que en tus entrañas imaginaron
los usureros que a tu orilla venían...
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Ahora está lleno de cuerpos de hermosos jóvenes
que pagaron con su vida inocente el precio
de otro macabro potlatch.
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Oh, único Eco: ¿Me oís? Te estoy llamando.
Ya no hay plata ni sueñera ni barro: es
sangre que en su coagulación eterna imita
el prestigio de otro río: el Nilo, el limo
donde viven como ideas, cuerpos intactos
en animación suspendida...
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Y vivirán para mí, para mis hijos,
para mis deseadas descendencias como
figuras intocables del contrasentido en que fluímos,
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¿es aún el equilibrio o la paz
nuestra Antigua Moneda?
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Aunque esta moneda es un lugar de memoria,
una Argentina, un Plata, un Amor,
una Presencia que todavía encalla. La de ellos,
tan inolvidables como la monedita inolvidable.
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¿Acaso no dijo Borges: “...pensé en una moneda
de 20 centavos que,
a diferencia de sus millares de hermanas,
fuera inolvidable,
.
que un hombre no pudiera olvidarla,
hasta el punto de no poder pensar
en otra cosa”?
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... la mención del dolor argentino es ahora esta plata,
esta monedita que brilla en el fondo en cada puño,
en cada boca parece
la augusta cárcel
del amor intangible y difícil...
.
El límite del horror y su repetición en su vestigio,
más que los ruidos en el bolsillo,
su desfondado vacío,
.
y sólo en la memoria otra vez cada vez,
aquellos 20 centavos únicos,
de cara brillante y pegada a la vida,
a la salvación.
Carrera (Argentina, Pcia. de Buenos Aires, Cnel. Pringles, 1948)
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