Salías desde adentro del aire, con tu gorro de piel, corriendo hacia mí, empujada por mi deseo.
Gilberte, cómo no amar tu esencia pequeña, tu desdén, tu ignorancia, si sólo yo sabía que el ruido/crujido del comienzo de tu nombre me extasiaba, y luego era la b de la segunda sílaba, como el beso que hubiera querido darte —¿hubiera querido?—, para terminar en un eco apenas pronunciado, resonancia de una boca entrea-
bierta. Silenciosa.
Y así como tu nombre anticipaba tu presencia, así tu imagen se escapa. Humo que me rehúye.
Waisman ( Argentina, Buenos Aires)
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