De rodillas, en la carretera vacía, tosiendo.
De rodillas, en la carretera vacía, tosiendo.
Tose como a los ocho años en José León Suárez, La Quema.
Alas en los pies. Mirá, una valija, está buena, bajala.
Tose a sabiendas de que lleva el chico pegado a él.
Largando los pulmones.
Nadie puede ponerse en el lugar de quien pierde el aliento.
Tierra baldía, cieno, frío sin contemplaciones.
Le dije que si hablaba así, me lastimaría los oídos,
bostezaría hasta aplacar el impacto rústico de su voz.
–Sin rescoldo – le dije-, en la negrura de lo no dicho
va a cocerse el pan de la discordia, no hablés.
Se irguió, buscó en el reseco morral
el último tabaco sin dejar de toser,
declinando como en una plegaria
el trepidar del viento en las orejas,
su zona delicada.
"Cómo separarse los cuerpos
a causa de la imposibilidad de compartir
el umbral de un lenguaje".
Fumó, el humo lo ayudaba a respirar sin toser,
el chico pegado a él, olor de marismas invisibles.
"De haber sabido pronunciar…
Una lengua como hecha de fierro,
no digo que ella no me gustara:
me era insuficiente".
Tanteó el piso de litio,
fumó muy lentamente,
inspirando ese bálsamo
del tabaco en los bronquios,
“su palabra, la de ella, hubiera sido
el amarradero para el chico pegado a mí
pero su palabra triscaba como arpillera granulada en los labios,
me alejaba de la mujer a la que denominaban Rosario.
No se desea sino lo que se presiente como un sueño
a punto de perderse en la lengua.
Solo se aman unos pocos sonidos perfectos en su encadenamiento insular.
Ella –no era su culpa-, fue desmontando sin querer
los suaves eslabones, las perlas, esas cuentas donde amar y desear”.
Imaginó el carrito palmo a palmo,
a ver si recobraba el aliento,
se fue adentrando como entonces
en la grava del basural.
Vio al chico despegarse,
dibujar algo con el dedo en la grava.
La lluvia blanda remolcaba en su agua lechosa
otra superficie translúcida, un tejado sería.
Los dibujos del chico en el suelo sonaron
como cuando se pisa en el musgo empapado,
¿creés que tendré frío?,
algo se posaba en los labios, lo hundía.
Silva Rey (Argentina, Pcia. de Buenos Aires,Quilmes, 1950)
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