Regando la calle
la patria es un polvo
apático y ligero
que flota en el aire
tras el paso de los colectivos
iguala a la estanciera
con el escort azul y el galgo
afgano
que espera
rasgando el tapizado
del asiento trasero
los colores de la manguera
viven
en las gotas que la salpican
hasta que la tierra
las mimetice
usa musculosas sin corpiño
la mujer del programador porteño
y es amable
cuando saluda a la chilena
esposa del chileno que vende
hornos chilenos
y se chupa y es un león golpeando
el hule floreado de la mesa
bajo el foco de sesenta
deja las herramientas
en la caja del rastrojero
y la mujer las baja de noche
para que no se las roben
“no sé si meterme, eduardo”
“ellos son así, no digas nada”
pero el polvo viene
de más lejos
el viento es un puntero convencido
y lo trae
liviano y temeroso
como ganado bobo
ella dice “que tal”
mueve la cabeza en diagonal
las tetas y el mentón adelante
“que tal, como te va”
“buenos días” dice la chilena
conoce de memoria las baldosas
que separan las dos puertas
la presión de agua es la misma
las mangueras son iguales:
la camiseta de central
en la década del ochenta
salen a la tarde
los carteles del frente
nombran los trabajos de sus hombres
el del chileno, además
indica lugar de nacimiento
pasa una camioneta de la petrolera
las mujeres bajan sus mangueras
como bandera de largada
pero ya sólo quedan
dos huellas de tierra seca
y cardos
(estelas del desierto)
que ruedan
en la misma dirección
Carbonell ( Argentina, Pcia. de Entre Ríos, Concepción del Uruguay, 1970)
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