¿Presienten, los gatos,
que las cenizas de los muertos
están diseminadas en esa intemperie familiar,
bajo el mandarino o en el lugar
donde cuelga la soga de la ropa, donde los chicos pisan
y remueven la tierra? Observan inmóviles,
como si esperaran
la revelación de algún secreto que guardaron,
y que quizás levante, como un vaho,
el primer sol de la mañana.
Méndez Casariego (Argentina, Buenos Aires, 1952)
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