Poema de amor
Una línea infranqueable amanecida
entre las montañas más altas, una cordillera
majestuosa e intimidante.
Nada, nada, pero nada detiene
estos latidos. Mi mano se posa directo
en tu mejilla, aterriza en el sesgo
dorado de la luz del mediodía.
Pienso en los poemas
de amor que me escribió X,
también en estos que te escribo
ahora a vos; en lo poco que agradecí
los primeros, en la sangre que corre
ahora en la letra de estos.
Nadie, nadie debería desoír
estas aquellas canciones.
Las canto en mí para vos
desde siempre para todos
para mí sin voz o gritando
susurradas o desesperadas.
¿Quién le pone el cascabel al gato
y al recuerdo?
¿Será una zozobra diaria nuestra casa
de plantas y palo santo?
¿Dónde guarda el cóndor las siluetas
de los amantes?
¿Será cierto que cada vez
que nos tocamos
se rompe el motorcito
ingenuo del tiempo?
Méndez (Argentina, Buenos Aires, 1965)
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