El alquimista revela la fórmula secreta
Mercurio clara de huevo saliva piedra filosofal mandrágoras belladonas camomilas ilex paraguaiensis salvias
tomillos romeros clavos de olor erizos medusas bagres,
todo se echa en la marmita, porque todo, verbo creación
fórmula mágica abracadabra, todo empieza entre las
aguas, con el movimiento de las aguas, y toda existencia
es esa espuma derramada que luego se vuelve cuerpo y
sustancia del alma, como algas que se mueven al desmayo de las mareas altas y bajas y olas que se abaten y se
yerguen hasta alcanzar el punto en que tierra y piedras y
metales y en general los cuerpos y en particular nuestros
cuerpos se vuelven agua saliva baba jugo chorro fuente
pasión única y misma entre los infinitos ríos que atraviesan el mundo, incluso sigilosos ríos, caudalosas nervaduras arterias venas médulas exclusas íntimas cloacas,
pequeñísimos ríos que recorren los bosques desde la
raíz hasta la hoja, allí donde estalla el deseo entre las
caricias y las lágrimas, y en cada una de esas existencias
son infinitas las travesías, irrelevantes gotas que horadan la piedra hasta hacerla balbucear, y brotan palabras
de los charcos que se forman en los huecos y siete son
los cielos que encierra cada átomo de llanto, y por la gotera más tonta se cuela el diluvio, por la mínima pregunta se filtra un mar de dudas, y hasta la caracola olvidada
en el desierto aún habla del mar, y hasta yo en aquellas
noches ya olvidadas aún me inclino sobre ella y le hablo del mar, y por saber navegar toda una vida en esas
pequeñeces es que hay miradas que se vuelven húmedas
y frentes sudorosas y sangre derramada y orines malolientes y bostas impregnadas y días de lluvia y eyaculaciones y flujos menstruales y baños rituales y también
perfumes y bálsamos y vinos y aceites y manzanas rojas
perladas de rocío y leche y miel entre las rocas y siete
mares que sostienen el mundo, este lento naufragio que
sólo las temblorosas aguas evidencian, y es entonces
que enciendo el hornillo y, cuando las sombras bailan
alrededor del fuego y un cántico bulle en el corazón de
la marmita, del fondo van naciendo burbujas de oro que
flotan en el caldo como expiaciones de gallina, menudos de pollo, alitas crujientes, aureolas doradas, puntos
áureos, meros espejismos, lo sé, lo sé, alucinaciones del
hambre, pura hambre,
que a los que transformamos el mundo nos agarra y ya no
nos suelta.
Szpunberg (Argentina, Buenos Aires,1940 – Barcelona, 2020)
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