Cabecita negra, sí. Desde la orilla del Gualeguay donde mi abuelo perdió su hogar por una estafa. Desde la cordillera donde el niño campesino que me engendró se subió a un tren en el 44 sin rancho ni alpargatas. Cabecita negra desde una casa cerrada y vergonzosa hasta el verbo de los compañeros muertos que no conocí. Cabecita negra antes de erguir la faz morena herencia de mulatas violentadas que aún tocan sus tambores en mi sangre y de los huarpes mutilados que gritan por mi boca.
Murúa (Argentina, Buenos Aires, 1959)
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