Digo que no me importa
haber cambiado
ocho o diez veces de barrio
porque terminar contratos
se vuelve una rutina con los años,
cada vez es más fácil
descartar recuerdos en cajas
mudanza tras mudanza.
Trato de justificar el desapego
con premisas heredadas
del legado noventista:
Somos una generación
a la que no le va a quedar nada,
más que deudas.
Pero mi deseo se gesta oculto
y no entiende de economías
ni tasas de interés desorbitadas,
quiero la tierra
donde cultivar flores y aromáticas
quiero elegir el color de las paredes
romper cerámicos si hiciera falta,
cambiar cañerías y cables
tener un juego de luces
y no ese foquito central
que deja en penumbra
todos los ambientes de la casa.
Quiero construir un hogar,
dejar de arreglar
espacios ajenos.
Fe (Buenos Aires, 1991)
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